jueves, 24 de septiembre de 2009

LA CAÍDA

No se puede ser hombre si no se cae miserable una y otra vez en la incierta orilla, en el foso. Se cae profundo cualquier día.

de los brazos de la madre a una tierra de dolor, hasta los sarmientos de la soledad, sin más tabla que estos alfabetos.

Ni siquiera soy de la especie de Altazor. Las sombras determinan mi rápida y sorprendente caída. Caigo Adán, caigo al extremo, Sinaí abajo, caigo Babel, Valparanoia.

Se cae a esta tierra con intenciones mortales y no se puede abrazar el enigma sin el paracaídas derretido entre los dedos.

¿Dejaremos al ser en caída libre sobre su hollín, flotar en el smog, así tan Ícaro, en su estupidez?

Perdió la escritura, ciego el pensamiento por el vértigo, en un lugar donde el olvido es pan. Creí ser un dios y en verdad apenas soy humano.

Adamus tomó su camino y se trizaron los espejos. Vagó en su burbuja sobre un mundo en llamas. Pasó volando y rodaron como costra sus odiosos harapos.

Ahora barrunta caminos vírgenes para esperar el regreso. Cristo vino tantas veces y nadie lo reconoció.

El hombre de la máscara me contó el secreto. Hagamos otra vez al Hombre, y que no caiga. Hagámosle con corazón de Dios.

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